Poema de amor

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Ha amanecido el cielo nublado y gris. De vez en cuando, amenaza con romper a llover. Los árboles se desprenden ruidosamente de sus hojas. Éstas cubren el suelo formando una alfombra que cruje al ser pisadas por los traseúntes. El aíre que corre es frío, pero a la vez, agradable. Todos estos fenómenos en armonía nos muestra la llegada del otoño. Y a la vez, el comienzo de las clases. 

En los primeros días en las aulas se respira el olor al reencuentro y el último aliento del verano que ha pasado. Mi vida tornará a la pura rutina. Los días se sucederán uno tras otros y todos por igual.

Este pronóstico se hubiera cumplido si no fuera... sino fuera por aquel día...

Yo estaba en clase como todos los días sentada en mi sitio (primera fila junto a la puerta) y hablando con mis amigas. sin darme cuenta me aparte de la conversación. Y en ese mismo instante como una ráfaga de viento entro por la puerta un chico bastante atractivo. Yo nunca lo había visto antes. No sé el porque, pero su imagen se me grabó en mi mente. Sin darle mayor importancia a lo sucedido seguí el trascurso de mi vida.

Hasta que dos semanas después, estando yo en clase charlando con mis amigas. Levanté la vista y la dirigí hacia la puerta. Allí en el umbral estaba aquel chico. Yo ni corta ni perezosa lo miré a los ojos y en ese momento su mirada y la mía se cruzaron. Su reacción fue agachar la cabeza y ponerse un poquito colorado. Yo me quedé un poco extrañada por su comportamiento, aunque a la vez despertó en mi una intriga hacia él. Yo no conte a nadie lo que había pasado porque no quería que lo tergivesarán.

Así que desde entonces empece disimuladamente a observarlo día tras día. Mil miradas, mil gestos se sucedieron uno tras otro, y sin darnos cuenta habíamos creado un lenguaje sin palabras. Un lenguaje que hablaba en silencio, y que era ajeno a la vista de los extraños a él. Poco a poco le hice a ese chico un rincón en mi mundo. Se hizo pronto un ocupa en mi pensamiento. Sólo me bastaba recordarlo para sentirme feliz.

Las lluvias son cada vez más intensas y el frío se cala hasta los huesos. Los días son más cortos y las noches más largas. Las calles se encuentran desérticas. La gente busca el calor de su hogar.

El invierno siempre se muestra largo, duro y triste. Si no fuera... sino fuera por aquel día...

Nunca podré borrar de mi memoria el primer el examén que hicimos juntos. Antes de entrar en el aula para hacer el citado examén. Él disimuladamente me espero y se puso junto a mi. Él hizo todo lo posible para terminarlo y entregarlo a la vez mía. Así en la salida del aula los dos coincidiriamos, aunque consiguió su propósito. No fue capaz de dirigirme ni una sola palabra. Yo hice un poco de tiempo para ver si se decidía, pero llegó un amigo suyo y se marchó.

Mil y un acercamiento se produjeron desde este primero, pero todos fracasaron. Pues él no tenía la valentía de romper el hielo. Así que seguimos hablándonos con el lenguaje del silencio que habíamos descubierto. Este lenguaje que permanece escondido para los ojos de desconocidos. Y que nosotros enriqueciamos cada día más. Pasaba el tiempo yo lo sentía cada vez más alejado de mí. Así que decidí dejar las clases y refugiarme en la biblioteca. Estaba cansada de ver su cobardía y de vivir con mi impotencia.

El paisaje esta lleno de color. El cielo nos muestra el azul más intenso. Los árboles florecen y guardan entre sus ramas, los nidos. Los pájaros cantan al sol que brilla con fuerza. Las calles están llenas de gente que pasean.

Siempre se agradece la llegada de la primavera. Si no fuera...sino fuera por aquel día...

Estaba yo estudiando en la biblioteca cuando al levantar la vista del libro. Lo ví. Si, se había sentado enfrente mía. Él en ningún momento me miró. No pudo los nervios lo tenían paralizado. Yo, en cambio, le dirigí varias miradas. Intenté motivar una conversación, pero de nada sirvió. Todo lo que hice, fue en vano. Después de esto volví a perderlo de vista. Aunque en el fondo todavía alumbraba la esperanza de que nos hicieramos amigos.

La calor ha apretado. Los días se hacen más largos y lentos. Las noches son más cortas y frescas. Las clases han finalizado dando paso a las vacaciones. 

Por fin llegó el verano. si no fuera... sino fuera por aquel día...

Ahora me encuentro meditando sobre todos los acontecimientos que han ocurrido en estos meses pasados. Todo me crea un mar de dudas. Pues como un naúfrago me hayó a mitad del océano sin divisar tierra sólo agua. No sé si después de tanto tiempo sin vernos se cumplirá el dicho de "ojos que no ven, corazón que no siente". Y él se haya olvidado de mi. Si esto ocurriera sólo quiero al plasmarlo aquí por escrito para que todo lector que se sumerga en su lectura, se convierta por unos breves instantes en su protagonista. Perpetuando esta pequeña historia de amor en el tiempo y evitando que muera en el olvido.

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